LAS ANÉCDOTAS

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SUMARIO

 

EL PELADO DE PEPE “EL DE LA PULÍA

Era el 31 de julio del año 1936, cuando Pepe “el de la Pulía” se pelaba en la barbería que Jesús Hidalgo tenía en la Alegría. Estaba Jesús pelándolo, cuando se oyen tiroteos y ráfagas de ametralladoras. Pepe, al oir aquello, le pregunta a Jesús: Eso que se oye ¿Qué es? Jesús le contesta: Son las tropas nacionales, que vienen a ocupar la Puebla. Pepe no esperó más, salió corriendo como alma que lleva el diablo, hasta con el paño puesto. Jesús también se fue al campo, y luego se encontraron en la casilla del Serio, donde, con unas tijeras y una toalla que le prestó la casera, terminó de pelar a Pepe.

LA BODA DE RICARDO

Ricardo era un muchacho soltero y algo alocado que se comprometió con una muchacha llamada María Román. Llegó la hora de casarse y se hicieron todos los preparativos, incluida la habitación nupcial; pero llegó la hora de las bendiciones y Ricardo no aparecía. Se anuló dicha boda, y posteriormente Ricardo se marchó a Madrid, donde trabajaba como betunero; allí se casó con una señora viuda. Por tal motivo le cantaban una canción con la siguiente letra:

Ya está la cama hecha
y el cura en casa,
y ahora dice Ricardo
que no se casa.

FRASCORRITO Y CANIVET

Frascorrito era un hombre al que le gustaba mucho el vino: siempre estaba borracho y trabajaba poco porque lo despedían en los trabajos a cuenta de la embriaguez. Se juntaba a veces en la barbería que tenía Jesús Hidalgo en la calle San Arcadio con Canivet; que era un cabrero que sabía el hambre que pasaba Frascorrito, y para hacerle sufrir le quemaba la sangre.
Era la víspera de la feria de Osuna y casualmente se encontraron los dos en dicha barbería. Entonces Canivet le dice a Jesús: Jesús, tengo dos corderitos asados para comérmelos en la feria de Osuna. Frascorrito se fue indignado y echando leches por lo que había oído, con el hambre que tenía que hasta mandaba a su hijo a cenar a casa de su suegra. Pero otro día dice Frascorrito: Ese Canivet me va a mí a escuchar ahora. Así que coge un palillo de dientes y se presenta en la barbería limpiándose los dientes, cuando estaba allí Canivet. Jesús al verlo le dice: Diego, bien se ha escapado hoy. Calla, Jesús -le contesta- que hoy me ha puesto mi Rosario (que así se llamaba su mujer) dos bistelitos, unas gambas y unas copitas de vino. Tras decir esto se marchó, pero Canivet, muy extrañado, le dice a Jesús: ¿Dónde ha escarbado éste hoy, para pasarlo tan bien?

EL TRATO DE PEDRO

Pedro era un hombre de campo al que le gustaba mucho el aguardiente por las mañanas, siempre estaba con unas copitas de más. A este morisco le gustaban mucho los tratos, y como no tenía nada que tratar se le ocurrió tratar su mujer. Se entrevistó con un forastero: el trato consistía en el cambio por unas tierras. Hubo sus “tira y aflojas”, y cuando ya estaba el acuerdo casi cerrado se presentó la mujer y desbarató dicho trato.

LA VISITA DEL PADRE TARÍN

Transcurría el día 10 de Junio del año 1910, cuando viene a la Puebla en misión el Padre Tarín, sacerdote Jesuita. Sale la comitiva de la parroquia para recibir a dicho Padre a la entrada del pueblo: el cura Párroco con representaciones de las hermandades locales llevando estandartes. También presentaban las madres a sus pequeños al Padre Tarín, para que los bendijera.
Al llegar la comitiva a la calle Sevilla, esquina a la calle San José, en la casa de los Benjumea había un señor al que no le parecía bien la llegada del padre a la Puebla. Empieza a murmurar, y entre otras cosas dice: ¿A qué viene el padre Tarín a la Puebla? ¿Qué va a decir?
Vuelven los feligreses para la Parroquia después de haber recogido al padre, y al llegar a la esquina antes mencionada de la casa de los Benjumea, se encuentran en el mismo lugar al individuo de marras. Al verlo, el padre se dirige a éste, y le dice, llamándole por su nombre: “Ya esta aquí el padre Tarin, que viene a predicar la fe de Cristo”. El individuo quedó impresionado, cavilando cómo se había enterado lo que él había dicho, y cuentan que falleció posteriormente a causa de la impresión sufrida.

LA LÁMPARA DE SAN FRANCISCO

Encarnación Vargas se encomienda a San Francisco de Asís para que sus hijos Manuel y Miguel se libren de ir al servicio militar. Esto ocurría sobre el año 1918, en plena guerra con Marruecos. Su petición fue escuchada, y a cambio de ello le ofreció a San Francisco una lámpara para que la colgara en su capilla. Se la encargó a un recobero llamado Antoñito, dándose la circunstancia de que cuando trajeron dicha lámpara, no tenía dinero para pagarla.
Coincidió que su marido, Francisco Rodríguez, cuando iba al campo –andando, como era habitual entonces- se sentó en la cuneta a descansar, porque ya iba cansado. Estando sentado en la cuneta de la carretera de Osuna observó que había un pañuelo semienterrado, lo enganchó con un palito y lo desenterró. Vio que estaba amarrado por un pico, y al quitar la amarradura se encontró con la sorpresa de que había 443 Ptas. en monedas de plata de a 5 Ptas., precisamente el importe de la lámpara que su mujer le había ofrecido a San Francisco.
(Esta lámpara se quemó en el año 1936, cuando incendiaron el Convento de San Francisco; fue rescatada por Encarnación, y hoy la conserva su nieta Encarnación Rodríguez; y será nuevamente emplazada en la capilla de San Francisco cuando instalen el nuevo retablo dedicado a dicho Santo.)

VOZ DE “¡FUEGO!” EN EL CONVENTO

Era el año 1932 por la Cuaresma, y se celebraba en el Convento el septenario a la Virgen de los Dolores, predicando el padre Dionisio de los Carmelitas de Osuna, con el Convento completamente lleno hasta la puerta.
Cuando el padre predicaba con más emoción y los fieles lo escuchaban con más devoción, surgió desde la puerta una potente voz de mujer gritando: ¡Fuego! ¡Fuego! Fue tal el pánico y el alboroto que se armaron, por la tensión que ya existía previamente por las amenazas de los agitadores, que hubo momentos de mucho nerviosismo, porque en realidad nadie sabía de donde procedía el fuego. Hubo varios heridos y contusionados, ya que los fieles saltaban sobre las bancas y las sillas. Al día siguiente se siguió celebrando dicho septenario sin novedad y con las mismas personas, no se amedrentó nadie.

LA VEREDA DE JUAN JURGÓN

La vereda de Juan Jurgón es una vereda que va desde Piyaya a la Medina. Juan Jurgón tenía que pasar por dicha vereda porque tenía unas tierras cercanas. Éste tenía un amigo precisamente en dicha vereda, el amigo era más que amigo: para él era como un hermano.
Cierto día que pasaba por la vereda, dirigiéndose el amigo a Juan le dice: Juan, me voy fuera de la Puebla a trabajar, no sé cuando volveré. Yo te pido por favor que vigiles a mi mujer para ver su comportamiento mientras me encuentro fuera de la Puebla. Por lo visto, el amigo de Juan no se fiaba demasiado de su mujer. Vuelve el amigo del trabajo de lejos, y Juan, como amigo íntimo, le cuenta la vida de la mujer. Pero ella parece que se entera o coge cabos, y cada vez que pasaba Juan por la vereda le insultaba una vez y otra, y llegó ya cierto día que el marido se alió también con ella, y continuaron así muchos días, y ya eran dos contra uno.
Un día pasó Juan por la vereda montado en su borriquillo, cuando salieron los dos a su encuentro como siempre, y en aquellos momentos se armó la marimorena: Juan, que llevaba una hoz, les atacó con ella ya desesperado, acabando con las vidas de los dos. Por ese motivo se le llama a esta vereda la Vereda de Juan Jurgón.

PRIMERA OPERACIÓN DE DIFTERIA

Esto ocurrió en la calle Sol, en la primera década del siglo XX. La niña Visitación Chía cae en¬ferma con la terrible enfermedad de la difteria, la cual era casi incurable en aquellos tiempos y morían muchos niños a causa de ella. Los padres de Visitación, temiendo lo peor, van por un medico a Sevilla para curar a la niña. Viene el doctor José Maria Puelles, y empieza a operar a la niña a la luz de un velón, porque en aquellos tiempos no había luz eléctrica en la Puebla. Visitación sale bien de la operación. (Posteriormente la hacen la misma operación en Barcelona, y no dio resultado)
Visitación ha cumplido 87 años en 1993.

LA DROGUERÍA DE LAMPARILLA

“Lamparilla y Chorreones” le decían a una droguería que había en la calle la Cruz, porque el droguero siempre usaba un babero manchado de aceite. Esto era sobre el año 1920. Cierto día empieza a derrumbarse el techo del local, precisamente cuando estaba comprando una clienta apodada “La Meneo”. La gente se reía, y le sacaron esta canción:


El veintiuno de marzo
lo tendré en la memoria,
se cayó la droguería
en el corral de la Marroya
entró la mujer de Meneo
que fue a comprar comestibles
y le dijo Lamparilla:
Señora, hay que salirse,
la pared se está granando
y el techo se va a caer,
si le despacho el azúcar
no le despacho el café.
Anda y vete Lamparilla
anda y vete Chorreones
se te ha caído la casa
de ratas y de ratones.

LOS FANTASMAS

Sucedió en cierta época (año 1920 y anteriores), que algunas personas que tenían relaciones extra-conyugales, para que nadie los viera entrar en las casas de sus amantes, se tapaban con una sábana con una vela encendida en lo alto de la cabeza, se situaban cerca de la casa donde tenían que entrar, y a todo el que pasaba le siseaban y le gritaban: ¡P´atrás!, y se volvía el personal asustado. Esto resultaba pavoroso con las débiles luces que había en aquellos tiempos por las calles de la Puebla.
U
n día, un grupo de amigos que hablaban con el diablo -entre ellos los Camilos- se pusieron de acuerdo y fueron unos por la Plaza del Convento y otros por la calle Sol; así cercaron a un “fantasma“ que había en la calle Cherito, lo atraparon y le quitaron la sabana, averiguando así de quién se trataba.

LA MONEDA DE ORO Y ALFONSO XIII

Pasaba por la Puebla el rey Alfonso XIII. Estaban las autoridades locales en los Cuatro Vientos, en la calle Granada, antigua carretera Sevilla a Málaga, esperando el paso del rey. Entre los asistentes se encontraba un señor de esta localidad llamado Rafael Raya, que deseaba regalarle al rey una moneda de oro romana que se había encontrado en el castillo. Este señor intentó acercarse al rey, pero los escoltas, no sabiendo el motivo por el que se acercaba al rey, se le echaron encima, y le faltó poco para ser agredido por dicha fuerza. Aclarado el asunto, no pasó nada, pudiendo haber ocurrido un incidente mucho peor.

 

EL SOL DE ORO DEL PERÚ

Tenía el Ayuntamiento de la Puebla un sol de oro como patrimonio, que fue donado por cierto personaje desconocido a dicha entidad. No constan datos sobre su existencia, pero según parece pudo ser regalado al ejército del general Franco, ya que España se quedó sin oro al ser mandado a Rusia, durante la guerra civil.

DIEZ HERMANOS EN UNA BANDA

En la última banda de música que hubo en la Puebla, se dio la circunstancia de que entre los componentes había diez hermanos por parejas. Éstos fueron Los Cuchillejas, Los Canelos, los Calabazos, los Valliscos y los Aguirre.
Cosa curiosa encontrarse varios hermanos en un mismo cometido.

EL BICHITO DE LAS ALMEJAS

El “Bichito de las almejas” fue un señor apellidado Gómez. Este hombre era un representante de novelas y periódicos, que cogió el autocar para Sevilla dejando a su mujer y a sus hijos, y no se supo más de él.
Por esa fecha aproximadamente ardió un teatro en Madrid, y se decía que había muerto en dicho incendio, no siendo así cuando un hijo de este, al ser hospitalizado en Mallorca, se dio a conocer con una hermana monja hija de este señor que se había casado por segunda vez.

 

LA MONEDA DEL DUQUE

Se cuenta que en los primeros tiempos de la fundación de la Puebla por el Duque de Osuna, éste frecuentaba venir a la Puebla para ver la marcha de este nuevo pueblo. Dicen que una de las veces que vino a esta paseaba en un coche de caballos, acompañado de su secretario, a esto viene una mujer conocida por su dudosa reputación, y acercándose al coche va y se agarra a dicho coche. Al verla, el duque le pregunta: ¿Qué quieres, mujer? ¡Quiero que me dé Vd. unas monedas! Entonces ordena al secretario que le dé un ducado, éste se lo dio y dicen que con aquella moneda compró una fanega de tierra.

 

EL ROSARIO DE LA AURORA

Se celebraba por las calles de la Puebla un Rosario de la Aurora. Cuando marchaba éste por la calle La Luna, rezando con devoción y recogimiento, se escapó una vaca de los pelantrines que había en la calle antes mencionada y se metió entre los asistentes, suspendiéndose el acto religioso por el miedo y el pánico que hubo en la muchedumbre.
La vaca pertenecía a los llamados Batallas.

   

¡FUEGO EN “CA” LA MELERA!

La Melera tenía una panadería en la calle la Fábrica, y raro era el día en que allí no había fuego: casi todos los días ardía la pila de leña. Enseguida el toque de campanas de la iglesia, los vecinos alarmados corriendo para apagar el fuego. Se hizo ya tan popular el grito de ¡Fuego en “ca” la Melera! que en cuanto había algún tumulto se oía el grito de fuego.
Se dio el caso de que en la guerra civil, al empezar algún tiroteo entre los soldados, alguien daba el ya famoso grito, por tal motivo se sabía en donde había gente de la Puebla, bien en un bando o en el otro.

LA RECETA DEL DOCTOR MARROYO

José Marroyo era un medico natural de la Puebla, donde ejerció su doctorado desde el comienzo de su carrera hasta el final de su vida. Era una persona algo alocada con los pacientes, a todos los conocía y casi sin verlo le decía de lo que padecía, y a cualquiera le decía siempre la verdad en la cara. Un día, estando de obras en su casa, llegó un paciente, lo reconoció y al terminar le recetó los medicamentos. El paciente fue a la botica para adquirir dichos medicamentos, quedando sorprendido el boticario al leer lo que ponía en la receta: “Un millar de ladrillos”.

APARECE LA MADRE DE IGNACIA

Corría aproximadamente el año 1940 cuando aparece una señora forastera buscando a su hija legítima Ignacia, adoptada por el maestro carpintero José Chía, este vivía en la Plaza Vieja. Enseguida se forman los corrillos y comentarios de los vecinos en la calle. Tuvieron los familiares sus más y sus menos, por fin reconoce Ignacia a su madre verdadera, pero posteriormente parece que se distanció de ella.

 

UN TRIPLE PARTO

Era el día 24 de junio de l949, cuando Mercedes Asencio Gutiérrez, casada con José Rodríguez Vargas, con domicilio en la calle San Antonio nº 45, da a luz felizmente a tres niñas en un solo parto. Hubo mucha expectación ante este acontecimiento, ya que no había ocurrido esto en la Puebla que se hubiera conocido; las niñas fueron bautizadas con los siguientes nombres: la mayor Juana, Remedios la segunda, y la más pequeña, Adelina; las dos últimas fallecieron a los cuatro meses.
El general Franco le mandó cinco mil pesetas, y el gobernador civil le regaló 6 cajas de leche condensada.
Hubo anécdotas, como lo que le dijo el hermano Diego, al que le gustaban mucho las bromas: Mercedes, si vas a tirar alguna, me la das.

LOS HERDARITAS Y LOS ARCENEGUI

Esta anécdota posiblemente ocurría en la primera década del siglo XX. Los Herdaritas y los Arcenegui fueron dos familias aristócratas de la Puebla, dueños de grandes capitales. Estos tenían varias criadas o sirvientas, pero por lo visto no las te¬nían bien mantenidas y les daban poco de comer.
Ellas no estaban conformes con la manutención, y entonces les cantaron la siguiente copla:


Herdarita está en el pozo,
Arcenegui en el brocal,
piensan muy malamente
de comidas no se hartarán.

Como nosotras nos vemos
que se vieran nuestros amos
metidos en un zarzal
que ellos no puedan salir
y nosotras no podamos entrar.

Herdarita está en el pozo,
Arcenegui en el brocal,
y los Romeros le dicen:
quítate que me voy a tirar.

LE TOCA LA LOTERÍA SIN METER

Francisco Rosado tenía un cerdo que estaba criando. Como le daba el sol, fue a casa de su vecino José Portillo a pedirle un telón con el que tapar el cerdo, así que entraron en la cuadra y le entregó el telón. Francisco llego a su casa y extendió el telón, llevándose la sorpresa de que salía volando gran cantidad de billetes. Éste se quedó atónito, sin creer lo que veían sus ojos, y le parecía imposible que en el telón hubiera tanto dinero: pensaba que había llovido del cielo. Francisco decidió callarse y no decir nada a nadie, y compró jamones para sus hijos y varias cosas útiles.
Mientras tanto, José echó de menos el dinero; su mujer y su cuñada creen que lo han robado y dan parte a la Guardia Civil, ya que ellas eran las que habían depositado ciento cincuenta mil pesetas en el telón, creyendo que allí estarían más seguras.
Entonces, reunidos con más familiares, alguien recuerda que José le dejó a Francisco días antes un telón. José visita a Francisco y le cuenta lo que ha pasado con el telón; éste al principio lo niega, pero José lo amenaza con avisar a la Guardia Civil, entonces lo admite y le dice que todo no se lo puede devolver, que ya ha gastado unas veinticinco mil pesetas, prometiéndole que ya se lo abonaría cuando pudiera, pero no fue así.
Francisco murió y no llegó a cumplir su palabra. Esto ocurría en la década de los años 1970.

UN ENTIERRO CON MÚSICA

Fallecía repentinamente Francisco Núñez Díaz (Curro Núñez), fundador, bienhechor y protector de la Banda Municipal de Música. Este fallecimiento ocurría el 10 de agosto de 1952, día de san Lorenzo. Por tal motivo acompañó dicha banda al entierro de Curro Núñez, interpretando música de Chopin durante el recorrido hasta el cementerio de San José, donde recibió sepultura.
Su muerte fue muy sentida por su labor y dedicación en dicha banda, que a raíz de su fallecimiento fue decayendo poco a poco.
Como anécdota diremos que ha sido el único entierro celebrado en la Puebla que fuese acompañado por música.

UNA PETENERA ANTE UNA TUMBA.

Se le daba sepultura al cuerpo de Tomás Cabello Macías, de profesión arenero, el día 25 de octubre del año1997, en el cementerio de la Puebla de Cazalla, acto al que asistía como testigos el Coro de los catecúmenos de Cádiz.
Entonces su hijo Nicolás, en un gesto de cariño hacia su padre, tuvo el acierto de homenajear a su persona cantándole allí mismo una petenera con esta letra:

Tomás Cabello se ha ido,
arenero muy nombrado;
su familia y los amigos
por su alma han rogado.
Tomás Cabello se ha ido
la paz eterna ha alcanzado.

(PULSAR AQUI PARA LEER LA POESÍA QUE EL AUTOR DEDICÓ A TOMÁS)

SE DERRUMBA UNA PARED

Era en la década de los años mil novecientos sesenta, construyéndose una casa en la esquina de la calle Morón con la calle Victoria; cuando la pared de dicha construcción estaba ya bien alta se derrumbó inesperadamente, dando la casualidad que siendo una calle tan transitada como es la calle Morón que no pasara nadie en aquellos momentos y no hubo victimas. Jesús Hidalgo el barbero, que tenía la barbería enfrente y que iba a salir a la calle en aquellos momentos se vio sorprendido por el derrumbe, ya que pudo haberse quedado bajo los escombros.

EL VENDEDOR DE MANTAS

Corrían los años de la posguerra, cuando en la Plaza del Cabildo se instalaba un vendedor de mantas subido en lo alto de un camión. Éste vociferaba haciendo la propaganda de sus mantas: que las vendía una a tanto y que por dos más cuanto; de pronto, dirigiéndose a la multitud que rodeaba al camión, que había bastantes curiosos, exclamó:¡Cuando Cristóbal Colón llegó por primera vez a América, ya había allí gente de Olvera! Entre los asistentes estaba Pepe Cabeza, un buen hombre natural de Olvera que poseía una tienda de comestibles; este señor era alto y grueso, y tenía una fuerte voz, pero al oir que mencionaba a sus paisanos creería que fuera una ofensa, y dirigiéndose al vendedor le dijo en alta voz: ¡El c... de tu madre! El vendedor de mantas se quedó atónito sin saber por qué Pepe Cabezas mencionaba a su madre.

UNA CENA COMPLICADA

Cenaba en un hotel de Sevilla Antoñito “el Sevillano”, zapatero y persona ocurrente y chistosa, que se había criado en Sevilla, aunque era natural de la Puebla, con sus hermanas Carmen, casada con un torero llamado Manolito Valencia, su hermana Dolores, más sorda que una tapia, casada con el Enano; también invitaron a su prima la Pondera. Cuando estaban cenando observaron que la prima Pondera comía poco y dejaba los platos enteros, entonces le preguntaron: Prima, ¿por qué apenas comes?, y esta les respondió: Porque así no habrá que pagar tanto. Entonces le advirtieron: Prima, plato que sirvan, se coma o no, hay que pagarlo. Entonces la señora Pondera empezó a comer dejando los platos limpios, y fue tan grande el atracón que le dio un cólico.

UNAS QUEMADURAS RECONCILIADORAS

Juan Cejudo era un hombre bueno y hacendoso, que trabajaba como obrero fijo en la finca de la Coronela, donde a la vez habitaba con su mujer y sus hijos. Pero la mujer estaba ya cansada de vivir en el campo, y cierto día le dice: Juan, yo ya estoy cansada de vivir en el campo, a ver si te buscas una colocación en la Puebla y nos vamos de aquí. Y así fue: Juan, ni corto ni perezoso, dejó la Coronela y se vinieron a vivir al pueblo. Pero la cosa no salió como ellos pensaron, y transcurría el tiempo y no le salía trabajo; ya la familia lo detestaba y le declararon la guerra.
Entonces éste, aburrido, se marcha por los pueblos de los alrededores a pedir limosna, y hasta pasados cuatro o cinco meses no vuelve a la Puebla, pero sigue la guerra familiar. Cierto día llega a la barbería de Jesús Hidalgo en la calle San Arcadio y le dice a Jesús: Estoy desesperado, voy hacer una cosa mala. Jesús lo anima y le dice que tenga paciencia, que ya se arreglará todo, pero en ese momento se prende fuego a una luz que consistía en un botecito con petróleo y una “torcía” (era plena posguerra y no había electricidad). Jesús, al ver el fuego, intenta tirarlo a la calle con tan mala suerte que se derrama el petróleo en llamas sobre las piernas de Juan. Éste, viendo que se quemaba, empezó a gritar: ¡Ay, que me quemo!, y a dar saltos; Jesús, que le apagó el fuego como pudo, y creyéndose culpable de lo sucedido, le pidió que no lo denunciara, que él le ayudaría. Y así fue: lo estuvo manteniendo durante dos meses hasta que se recuperó de las quemaduras, y ya por ese motivo se firmó la paz en la familia, olvidándose los malos tratos que hubo entre ellos.

UN DESPERTAR SORPRENDENTE

Antiguamente, cuando caía sobre la Puebla una tormenta o una lluvia torrencial, al no haber apenas casas en las calles San Antonio y Santa Ana, no tenía salida el agua de estas calles por estar el trozo de calle San Antonio que da con la Alegría edificado, y entonces se arriaba la calle Morón, llevándose o arrastrando el agua ropas, enseres, animales, etc.
Se dio el caso de que una señora que vivía en la calle Morón, llamada “La Mejía”, estaba durmiendo en su cama, y al tener la puerta cerrada de la calle, entró tal cantidad de agua en la casa que cuando despertó, la cama llegaba ya al techo de la habitación.
También había en la casa de la esquina de la calle Morón con San Antonio un pozo donde había abundante y rica agua que vendía la dueña de la casa

“EL POZI” Y LAS GARDANCHAS

Era en los tiempos de la posguerra, cuando “el Pozi”, que era una persona simpática y ocurrente, estaba pasando una mala racha. No había nada de comer, y lo poco que había estaba muy caro, los comestibles estaban por las nubes y había poco dinero. A este buen hombre se le va su hija a Sevilla a servir, pero al poco tiempo recibe una carta de ella diciéndole: Padre me tengo que ir a la Puebla, pues esta señora es insoportable, no se puede aguantar. Al leer la carta, “El Pozi” le escribe urgentemente: ”Niña, por Dios, no te vengas y aguanta lo que puedas, que ya vamos terminando las gardanchas por el kilómetro 9 de la carretera de Osuna”. Esto lo decía porque todo el personal que no tenía medios se alimentaba de yerbas, y se veían muchas personas bastante delgadas y con cara famélica.

 

 

UNA “REFORMA AGRARIA” MUY PARTICULAR

Cuando cambió el régimen monárquico por el republicano, se formó una comisión para repartir las tierras entre los trabajadores. Así pues, se fueron a la salida de la Puebla, por el camino de la Fuenlonguilla, y reunidos todos se empezó el reparto de terrenos: Este para ti, señalaba el cabecilla a un asistente, aquella para ti y así sucesivamente; y al llegar a la tierra cuyo dueño era el que las repartía, le dice uno, señalando a dicho terreno: Esta para mí, y entonces contestó el otro como una flecha: ¡Esa no, esa es la mía! 

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