LAS COSTUMBRES Y LAS TRADICIONES |
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SUMARIO
Nos dicen “los moriscos”, lo cual es muy
discutible, puesto que no somos un pueblo árabe; fuimos denominados así por
colarse un morisco en
EL PUESTO DE CALENTITOS DE LUIS “EL GITANITO” Este era Luis Santiago “El Gitanito”, que instalaba en el Paseo de Francisco Bohórquez durante los días de feria un puesto de “calentitos”. Se emplazaba, como era normal siempre, entrando en dicho paseo por la derecha, y así que organizaba el puesto, preparaba los correspondientes cacharros para hacer el exquisito manjar, ponía un perol con anafe para calentar el aceite y freír la masa, después de haber encendido el anafe con leña; al lado había una mesa donde se colocaban en un cacharro redondo los calentitos recién salidos, que se le cortaban al cliente con unas tijeras. Al principio, los calentitos los despachaban al cálculo, últimamente ya fueron pesados con arreglo a la cantidad que quería el cliente. Detrás de dicho puesto instalaban una caseta donde se sentaban los clientes a comerse los calentitos con café; esta caseta estaba hecha al modo típico andaluz, adornada con cortinas de encajes, mantón de Manila, un gran espejo colgado en la pared, y en el centro una mesa grande con mantel y platos. Esta caseta dejó de existir después de la guerra civil.
Antiguamente en todas las casas había patios, con pozos para regar las flores y también para el aseo de la casa; a veces también había colgada en la pared una cruz de hierro, donde se le cantaba y se bailaba el día 3 de mayo. Había arriates cercanos a las paredes, donde se cultivaba las malvalocas, los jazmines, los rosales, las madreselvas y los rosales de pasión, que se le tenía gran respeto por tener una flor llamada la rosa de pasión o pasionaria, que tenía representada la forma de la corona de espinas, el martillo y los clavos con los que fue crucificado Jesucristo. También había macetas colgadas en las paredes, donde se cultivaban los claveles llamados “del señorito”, que daban mucho olor, los geranios y la flor llamada “de la mota”; además había parras de uvas, donde se veía los racimos colgando. En aquellos patios tan exuberantes y perfumados con los olores de las flores, donde había unas mocitas llenas todo de salud y alegría, con ojos grandes y negros y pelo rizado natural, donde cantaban aquellas seguidillas (hoy sevillanas) con estas letras: El clavel que me diste lo tiré al pozo yo no quiero claveles de ningún mozo, Ay, qué me pesa el rato que lo tuve en la cabeza. En la pila de Roma metí la mano y saqué los papeles de un primo hermano Ay, qué alegría que saqué los papeles de quien quería. LAS APUESTAS DE
Era sobre el año 1930 cuando se celebraban
estas apuestas. Las apuestas consistían en que se juntaban los carreros que
había en aquel tiempo, (“El Payo”, “El Pulgui”, Enriquito y otros) y entraban
en porfía y acordaban a ver quien subía antes la cuesta
La cuesta en invierno era un barrizal con
muchas piedras; los carreros les chillaban, les pegaban a las bestias, y el
que llegaba antes a lo alto de la cuesta era el ganador de la porfía. También
estas porfías las frecuentaban en
Estos acontecimientos familiares se celebraban antiguamente en las casas particulares de los contrayentes, con grandes fiestas de cante, bailes por sevillanas, y toques de guitarra o bandurria y acordeón; había también muchas bebidas, pasteles y tortas de bizcochos. Por la mañana se bebía mucho aguardiente y se comía dulces. Algunas bodas duraban a veces varios días. Los dichos eran más sencillos, sólo a veces se celebraban con fiestas por la noche, con bebidas y toque de instrumentos musicales únicamente
Había antiguamente reuniones de cante
flamenco en las antiguas tabernas, acompañado a veces de guitarras y
bandurrias, con copas de vinos y porfías a ver quien cantaba mejor; había
también muchas apuestas, y hubo verdaderos artistas que quedaron en el
anonimato, ya que
Se veía con frecuencia en otros tiempos a personas alcoholizadas por las calles, dando camballadas y agarrándose a las ventanas; se dio el caso que algunos bromistas le tapaban la puerta de su casa con sábanas, y llegando borrachos no encontraban la casa donde vivían, no sabían por donde tirar al no encontrar su vivienda. El más popular de los borrachos era “el
Chico
En otros tiempos había una pelea diaria entre mujeres en las calles, casi por regla general en los picos de barrio; tal vez fuera por no haber televisión ni otro tipo de distracciones, y éstas siempre estaban en la calle de tertulia. Cuando las mujeres peleaban, estas se insultaban, se tiraban de los pelos, se sacaban falsos testimonios y a veces hasta se herían, pero el insulto peor que le podía decir una a otra era el de llamarla “puerca”, esto ya era peor que matarla. A veces llegaba
La “Foronguilla”, como comúnmente le
llamamos a
Era tanta la alegría de aquellas mocitas que durante el trayecto del acarreo del agua para el sustento diario de la casa, acostumbraban cantar por el camino una seguidilla con estas letras: Una taza sin asa me dio mi suegra, cada vez que reñimos manda por ella. La pobre taza siempre está en el camino pero sin asa O también cantaban ”
Era la costumbre que, cuando picaba una tarántula, para que soltara el veneno recibido de dicho animal, la víctima tenía que bailar acompañado de una guitarra y cubierto con mantas para sudar el veneno, y había que estar bailando sin parar sobre unas 48 horas. Los últimos que sufrieron estas dolorosas
picaduras fueron un Rodríguez Vargas apodado Lavija, que vivía en
Cuando un hijo de un mallete pretendía a la hija de otro mallete, el pretendiente pasaba por delante de la puerta de la pretendida, subido en un caballo y presentando yuntas de mulos para demostrar que tenía bienes, y así se arreglaba todo y llegaría el día que se casarían. Con este motivo había un refrán que decía: “Los de a caballo se pasan y los de a pie no llegan”.
Los matajes eran ciertas partes de terreno que se sembraban casi siempre por personas ya de avanzada edad a las que no le daban trabajo, y se buscaban la vida sembrando dicho mataje, con melones, sandia, tomates y otras frutas.
Los sombrajos eran unas viviendas que se hacia en las eras en el tiempo cuando se recogían los cereales, éstos estaban en las eras hasta la recogida del maíz en el mes de septiembre. Estos sombrajos estaban construidos de cañizo, de ramón, de retama, y servían para el descanso y librarse del sol a la vez. Se comía dentro de ellos, se metía el cántaro del agua, los aparejos y hasta se echaba la siesta. Los hubo muy curiosos, el mejor sin duda
fue el que construyó en los llanos de
Había en tiempos lejanos varios lavaderos
en
Los más antiguos estaba en el Chorrito, en Piyaya, en el Manantial, en el Sotillo, y el ultimo el de Ana “Monea”, donde vive hoy Carmen Limones. En todos ellos se discutía, se criticaban y había peleas y escándalo entre las mujeres; por ello hay un refrán que dicen cuando hay griterío y algarabía: ¡Esto es un lavadero!
(Pulsar en la foto para agrandarla)
La matraca era un instrumento redondo con
fuelles, que al abrir y cerrar las dos caras que tenía daba un ruido raro.
Era un instrumento ruidoso, que anunciaba a los fieles el horario de los
cultos que había en
Antiguamente, como los mayores no tenían pagas al quedarse viudos, buscaban a otra mujer viuda, para contraer matrimonio o juntarse. Cuando había un casamiento se reunían los muchachos en la puerta de la casa de los cónyuges y les tocaban cencerros, latas, alguna serenata, y daban voces que decían: ¿Quién se casa? “Fulanito” con “Menganita” ¡Que les hagan esto o lo otro! (Aquí improvisaban alguna ocurrencia, la que mejor rimase con lo anterior.) Antes, después de atravesar un patio con olor a jazmines y rosas adornado de arriates con madreselvas y malvalocas, se abría una puerta con un cerrojo que chirriaba de moho -que casi todos tenían por estar a la intemperie- o en otros casos se lograba abrir con una tranca, y ya se entraba en el antiguo corral. Nada más entrar, se veía la cuadra con un animal dentro: burro, mulo o caballos, en un rincón del corral había una cochitrina con un cerdo gruñendo porque pedía que le dieran el maíz, y también una bandada de gallinas de variopintos plumajes capitaneadas por un gallo con cresta grande y cuello dorado: estos como siempre al ver personas extrañas, levantaban la cabeza y expresaban la poca conformidad con la visita, y si llegamos por la mañana escuchamos grandes cacareos de las gallinas, por ser la hora de poner el huevo. El gallo siempre anunciaba el día con su popular “quiquiriquí”, no fallaba el animalito cuando anunciaba el nuevo día. También había en algunos corrales un cobertizo para guardar del temporal las herramientas de las labores como el arado, el yugo, el viergo, jáquimas, cencerros, serón, atajarres y varios, y en el suelo una alpaca de paja. En el centro del corral había un hoyo,
donde se conservaban los excrementos de los animales para convertirlo en
estiércol para abonar las tierras en las próximas labores del año.
El rastrojo es como queda el terreno una
vez que se ha hecho la siega, con restos del cereal que se haya sembrado
enterrado en el suelo, desapareciendo éstos una vez que se ara, y antes de
que sean quemados dichos restos clavados en la tierra.
Los “judas” eran unos muñecos hechos con
trajes rellenos de paja, que colgaban con unos alambres desde el bar Central
hasta la pared de la casa de enfrente. Se divertían los jóvenes con
dispararle tiros de fogueo, hasta que caía el muñeco en el suelo, roto; estas
fiestas se celebraban el Sábado Santo todos los años.
La trilla era una de las labores más bonitas que se hacían en aquellos tiempos en el campo; estas labores se hacían en la llamada era, que consistía en un trozo de terreno empedrado donde se desperriaban las gavillas de trigo o cebada, y una vez desperriadas se les daba vueltas con una yegua cogida con un cabestro dando vueltas por la era, y el peón en el centro de la era cogido a la yegua por el cabestro. Terminada esta labor se ponía el trillo, por donde iban pasando los rulos del trillo iba machacando las espigas y limpiando el trigo; al terminar la labor se le daba agua a los mulos y la plava se removía hasta poner lo de arriba, que estaba ya trillado, debajo; posteriormente se hacia nuevamente la misma labor antes hecha. El jornalero acostumbraba cantarles a las yeguas la canción o canciones, que fueron varias, con estas letras: Mi yegua cascabelera tiene un potrito que ni come ni bebe y está gordito.
Los puestos de higos chumbos siempre los
instalaban por las esquinas; el más popular era el que instalaban en la
esquina del Pollo, que lo colocaba Diego “El Cojo de
En otros puestos había mesas con platos llenos de higos ya pelados, donde el cliente los cogía y pagaba después la cantidad que adquiriera.
(Portada de la 1ª revista de la feria de La Puebla) La feria de
El carnaval se celebraba antes de la guerra con grandes alborotos con estudiantina, murgas, chirigotas y máscaras. El sábado de la semana era el “día de los negritos”, y se acostumbraba pintar la cara con tinte a los transeúntes, tiraban en los zaguanes unos cántaros llenos de ratones y de tinte colorado, y las fachadas de las casas también se pintaban con tinte colorado. Después venia el domingo de Piñata, donde se jugaba a los cántaros; esto consistía en que cuatro personas, dos en cada acera, se arrojaban cántaros o búcaros, lo iban cogiendo conforme lo tiraban, y cuando a alguien se le caía al suelo y se rompía, se le chuleaba. Hay muchas ocurrencias graciosas y anécdotas del carnaval, como la de Juanillo Tambora y su amigo Jiménez, que ya se menciona en paginas anteriores.
LAS CORRIDAS DE TOROS DEL
SIGLO XIX
(PULSAR EN EL CARTEL PARA AUMENTARLO)
Están los carteles de dos corridas
celebradas en la que fue plaza de toros en la calle de
El primero anuncia la corrida que se
celebraba el día
El segundo cartel dice que se celebrará una
novillada en la plaza de toros de
Los niños de
Las niñas por su parte jugaban a la comba, a la rayuela, a la rueda, a las casitas, a contar cuentos, al “parpi” y otros más, siempre a base de sus muñecas o muñecos.
En nuestro pueblo existe una costumbre muy antigua que nos diferencia del resto de las poblaciones españolas, y es la fecha en que los reyes magos echan los juguetes a los niños. Todos los forasteros se quedan asombrados al enterarse de que en La Puebla los niños reciben los juguetes un día antes que en todas partes, y preguntan la causa de esta diferencia. Parece ser que el origen de esta costumbre tan original, que permite a los niños moriscos disfrutar un día más de sus juguetes, se remonta más de cinco siglos atrás, en tiempos del Duque de Osuna. Éste era dueño de unos graneros que había en los arquillos, y el encargado de los recados, que se llamaba Diego, traía todos los días los envíos del duque desde Osuna, siendo las doce de la mañana aproximadamente su hora de llegada. Al llegar tocaba una campana para avisar a los trabajadores y que acudieran a recoger loas cosas. La víspera del dia de Reyes, Diego traía los juguetes de parte del duque como regalos para los hijos de los trabajadores, y al oir la campana todos los niños venían corriendo a por ellos, ya que no tenían paciencia para esperar a la mañana siguiente, como era costumbre en todas partes. Si algun dia Diego se retrasaba, todos cantaban la célebre cancioncita que todavía se recuerda en La Puebla: “¡Diego, toca la campana, que son las doce de la mañana!”. (* Desde aquí, damos las gracias a Federico, nuestro pescadero, por la información aportada para este artículo)
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